Independientemente del material genético que los papás heredamos a nuestros niños, a medida que van creciendo van adquiriendo muchos de los hábitos y costumbres que hay en casa, los cuales los influenciarán a lo largo de su vida.
Como padres, tenemos la responsabilidad de hacer de nuestros hijos personas felices, con estilos de vida saludables y valores que los ayuden a su desarrollo y para enfrentarse a la vida. No olvidar que los papás somos un modelo para nuestros hijos y lo que pensemos, digamos o hagamos será visto e imitado por ellos y los marcará para el futuro.
Muchas actitudes que tenemos a lo largo del día, las hacemos sin darnos cuenta y no reparamos que los niños, al pasar gran tiempo con nosotros, están recibiendo formas de comportamiento que pueden ser negativas para su sano desarrollo, de nada servirá que quererles corregir estos comportamientos pues no estamos predicamos con el ejemplo, los hijos son lo que ven. Por tanto, debemos ser congruentes con nuestra forma de ser y los valores que deseamos transmitir a nuestros niños.
Algunos de los hábitos más comunes que tenemos y que afectan a nuestros hijos son:
Siempre andar con prisa. Vivimos una vida demasiado acelerada por la cantidad de responsabilidades que tenemos a cuestas, esto hace que nos frustremos, nos estresemos y nos pongamos de mal humor y quien lo reciente más es la familia, los niños. El estrés que generamos seguramente pasará a ser el de ellos.
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Hablar con otras personas sobre nuestros hijos. Si deseamos que nuestros hijos sean personas confiables, evitemos platicar con otras personas sobre lo que ellos nos cuentan.
Juzgar a otra persona delante de los hijos. Este hábito es muy común y puede ser que el menor al ver que uno de sus padres critica a otra persona, desarrolle una actitud intolerante e irrespetuosa hacia los demás. Igualmente, si ve que se trata mal a otra persona, imitarán esta actitud con los demás.
Autocriticarse delante del niño. Es importante que nuestro crío nos vea como una persona segura y que se valora a sí misma, pues como somos un ejemplo a seguir podrían repetir el mismo patrón y se afectaría su autoestima.
Hacer promesa y no cumplirlas. Hacer promesas que no se van a cumplir puede provocar que el niño desconfíe de los adultos. Si cumplimos nuestras promesas, estaremos transmitiendo a nuestros hijos valores como la honestidad, confianza y estabilidad.
Malos hábitos alimenticios. De nada servirá que a los niños se les hable sobre la importancia de comer saludable si nos ven comiendo antojitos o comida chatarra. Debemos predicar con el ejemplo.
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Quejarse frente a ellos. Quejarse todo el tiempo puede transmitirles un mensaje de insatisfacción con la vida
Usar el celular y otros dispositivos. Si somos de las personas que nos pasamos checando constantemente el celular, cómo esperar que los hijos nos tomen en cuenta a la hora de pedirles que no lo usen tanto. Este hábito se podría corregir limitándonos a usar el celular. Lo mismo sucede cuando pasamos mucho tiempo frente al televisor.
Desprendernos de nuestros hábitos de un día para otro es difícil, pero si deseamos lograr una buena crianza, el amor que nos inspiran los hijos podrá darnos las fuerzas y la voluntad necesarios para corregir costumbres que los perjudiquen.
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