Si eres papá o mamá y en algún momento has tenido la necesidad de llevar a tu hijo a terapia has escuchado que “juega” con el terapeuta, lo que a muchos desconcierta o les genera cierta incomodidad por sentir que llevan a sus hijos con el psicólogo para que juegue con él, en ese sentido quisiera dar respuesta a esas inquietudes en el presente artículo.
Desde hace algunos años disciplinas como la psicología y la pedagogía le han dado un lugar especial al juego del niño y porque no, al de los adultos. Por principio de cuentas el juego implica desde el punto de vista biológico actividad muscular, motora y psíquica a veces al punto de cansar o agotar al niño.
Vigotsky considera el juego como una actividad social, en donde la cooperación, la adquisición de roles, el establecimiento de normas y reglas hace del juego una actividad social y cultural. En ese sentido este autor considera que el niño es capaz de transformar mediante su imaginación o fantasía objetos cotidianos, atribuyéndoles un significado personal (a eso nosotros le llamamos juego simbólico).
Otro referente importante es Piaget quien definía al juego en relación con las etapas evolutivas por las que atraviesa un niño y que forma parte imprescindible de su maduración social e intelectual, dicho es otras palabras, a cada una de las etapas cognitivas le corresponde un tipo de juego.
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Desde el punto de vista psicoanalítico, Freud concebía el juego como una manifestación de impulsos eróticos y agresivos, los cuales necesitan ser comunicados y expresados para ser posteriormente interpretados en su contenido simbólico.
El niño juega para construir y representarse el mundo, juega para poder asimilar la realidad circundante, para darle orden a sus fantasías, expresar sus afectos y sus emociones, en ese sentido, al jugar, el niño descarga angustias, ansiedades y conflictos para poder metabolizar sus vivencias. Desde otro lugar podemos decir que a través del juego el niño se fortalece no sólo de manera física, sino psíquica y emocional, lo que le da la posibilidad de autoafirmarse y ganar autonomía.
El niño juega por una serie de razones que a simple vista parecen obvias, es decir, por placer, por diversión, por pasar el tiempo, etc. Pero también lo hace para expresar su agresión, para poder controlar sus angustias, para establecer vínculos sociales. Desde ese lugar el juego contribuye al desarrollo de la personalidad del niño, favoreciendo su interacción con los otros. No es gratuito que muchos programas de capacitación con adultos utilicen dinámicas lúdicas como una forma de facilitar el aprendizaje.
Es por ello que la terapia de juego es uno de los recursos con los que contamos los psicoterapeutas para poder ayudar a los niños a resolver ciertos conflictos. Así que la próxima vez que escuches a alguien decir: “mi hijo va a terapia y ¡solo juega!” podrás explicar el porque se usa el juego como medio terapéutico.
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Mtro. Manuel M. Hernández García
Psicoanalista