1. Pasar más tiempo de “calidad” con sus hijos: escucharlos, hablar con ellos, jugar y compartir momentos presentes. En estos evita traer celulares o alguna distracción, que sepan que es su momento.
  2. No intentar ser amigos de los hijos. Imponer disciplina y respeto. Sin dejar de, por supuesto, ser cariñosos con ellos.
  3. Establecer unas normas y límites claros, si solo gritamos, pero no dejamos claro que sí, que no y el porqué, ellos se pierden.
  4. Unificar criterio para con ellos. La voz de los padres debe ser “una” respecto a la educación de los niños, si uno da un mensaje y el otro distinto, ellos no entenderán y se vuelve confuso.
  5. Lograr que los niños se responsabilicen poco a poco de ciertas tareas. Se les pueden ir dando conforme su edad.
  6. No sobreproteger a los niños. Perder el miedo a decirles “No”. Frustrar sus expectativas de vez en cuando.
  7. No etiquetar al niño como “malo” ni con ninguna etiqueta peyorativa.

Si no estás seguro si tienes uno en casa, algunas características son:

  1. Casi siempre se muestran tristes o enfadados.
  2. Tienen un sentimiento exagerado de la propiedad. La frase que más les gusta es: “¡Es mío!
  3. Muchas veces utilizan la rabieta, pataletas o gritos, para conseguir lo que desean.
  4. Exigen continuamente atención por parte de sus padres.
  5. No soportan la frustración: no saben admitir un “No” por respuesta.
  6. Discuten siempre las normas que se les imponen.
  7. No reconocen las figuras de autoridad, ni en casa ni en la escuela.